domingo, 12 de junio de 2011

Necesidad de capturar.

Me identifico con esta entrada XD Tanto que soy yo, ¡se ha roto mi cámara!
__________________________________________________

Echaba de menos su ‘¡click!’. Pasarse horas y horas con ella, encima del tejado o debajo de la cama. Probar mil ángulos y objetivos, hacer capturas de pájaros, nubes, flores, ¡daba exactamente igual! Bastaba con hacer cientos y cientos de fotos diarias y experimentar en el editor con ellas. Sentir la fotografía como lo hacía, exponerla al mundo… Pero ya no podía.
Un día, su Canon de segunda mano decidió quedarse en negro para hacerla sufrir. Al final, quedó muy lejos, concretamente en Barcelona. ¿Qué hacía ahora ella sin su cámara?

lunes, 6 de junio de 2011

Chutes de nostalgia.

Chutes de nostalgia. by Fátima♫
Chutes de nostalgia., a photo by Fátima♫ on Flickr.
A través de Flickr:
Se había ido muy lejos por él. Había atravesado muchos kilómetros hasta París sólo por no tenerlo presente. Para olvidarlo, y sanar las heridas en las que el chico echaba sal. Henry únicamente le había hecho mal, pero no podía rehuir de su persona. Demasiado atrayente.
Qué tonta había sido. Y cada vez más, confiando en él. Creyendo sus ‘te visito por las mañanas porque me gusta verte’. Patrañas y más patrañas. Cuántas palabras vacías y sin significado le había dirigido, falsedades hirientes para Perséfone.
Y allí en París, tan lejos de él, Henry no la dejaba marchar. Quería seguir dañándola estuviera donde estuviera, todo por encandilarla y manejarla a su gusto. Así que, en los sueños de la chica, cuando esta se encontraba en brazos de Morfeo, Henry se colaba vilmente y le susurraba ‘me he dicho, ¿si me gusta tanto verla, por qué sólo la veo por las mañanas, pudiendo también en las noches?’

jueves, 2 de junio de 2011

Ese que derribara sus yo nunca, sus yo qué va.

Perséfone miró por la ventana de la cafetería: había empezado a llover. Suerte que estaba justo al lado del cristal, le encantaba ver la lluvia.
Pero ese día no estaba contenta. Para nada. En la solitaria mesa de la cafetería que solía habitar, únicamente la acompañaban la tristeza y la impotencia. Alzó la mirada, observando la estancia de arriba abajo. Parejas, familias, gente solitaria… Ocupados con móviles, ordenadores o libros. Hombres y mujeres de todas las edades.
Y sólo de pensar que él podía estar allí. Ese que derribara sus principios, sus valores, sus yo nunca, sus yo qué va. El que la empujara a hacer cosas que jamás se había visto capaz de realizar. El que la comprendiera, que entendiera que odiaba su nombre profundamente, que aceptara su afán por la fotografía y Los Beatles, el que quisiera pasar los días de lluvia bajo una manta, a su lado, y los días de sol haciendo miles de fotos fuera de casa. Y sólo de pensar que él podía estar allí, y no lo conocería nunca; jamás se cruzaría en su camino ese chico que arrasara de un plumazo su monótona vida entre cámaras y música, la que había sido satisfactoria hasta haberse dado cuenta de lo difícil que era compartir esa felicidad.
Cabizbaja, se pellizcó el puente de la nariz con una de sus pequeñas manos. Suspiró con parsimonia, todo parecía complicarse a medida que crecía. Una voz la sacó de su ensimismamiento e hizo que alzara la cabeza.
-¿Este café es para usted?- Inquirió un joven. Parecía novato, nunca lo había visto.
-Sí, muchas gracias… -El chico le dirigió una pequeña sonrisa al tiempo que dejaba la taza en la mesa. Perséfone titubeó un momento, hasta que prosiguió.- ¿Le gustan Los Beatles?
El muchacho de pelo azabache afirmó con la cabeza, sin borrar la pequeña sonrisa. Sus ojos azules parecían brillar con suavidad.
-Mucho.
-Tiene buen gusto…- Musitó la chica, dirigiendo la mirada almendrada al café humeante al tiempo que el camarero desaparecía.
Bueno, tal vez no sea tan difícil…